El amor en tiempos de coronavirus
En estos días, el amor me sabe diferente...
Vivimos en una época en la que el culto al ego se ha normalizado. Ver a las personas presumir sus logros, publicar fotografías de sus viajes por el mundo o mostrar su «cuerpo perfecto» en las redes sociales, hoy en día, es algo habitual. Cada día son más las personas que sacan a relucir, los rasgos típicos de ese narcisismo descrito por Freud. Sin embargo estas pasan, ante nuestros ojos, completamente desapercibidas. Pero si hacemos el ejercicio de prestar más atención, nos daremos cuenta de que aquellos narcisistas están por todas partes, y no solo eso, nos daremos cuenta de que todos hemos estado siendo atacados por mensajes que no solo fomentan ese tipo de actitudes, sino que las recompensan. Desde las fórmulas «mágicas» para llegar a ser exitosos pregonadas por influencers, a las declaraciones de personajes como Cristiano Ronaldo, expresando todo lo opuesto a la humildad.
Solo hace falta analizar como han ido cambiando las preferencias televisivas a lo largo del tiempo. Desde el momento en el que el canal Discovery dejo de transmitir «El misterioso mundo de las momias» para transmitir «sobreviviendo al desnudo» o después de ser testigo del éxito rotundo de realities como «gran hermano» o el reciente éxito de Netflix, «Jugando con fuego», entendí que todo había cambiado. Pero definitivamente lo que agravó, en mayor medida, este fenómeno, es el ataque masivo, inmediato y constante producido por aquel «bendito-pecado» llamado internet. El auge de las redes sociales han hecho posible que, cada vez más personas vayan en busca de esa fama superficial, basada en las apariencias. Causando en ellas, una dependencia a los «me gusta»; una aguda hipersensibilidad a la crítica y una falta total de empatía.
Ahora más que nunca, somos lo que vemos, y lo que admiramos, hoy admiramos a esos narcisistas a los que les encanta hablar en singular, dejando de lado la primera persona del plural. Joaquín Sabina con su gran capacidad para analizar la realidad, bautizó a uno de sus discos como: «Yo, mi, me, conmigo», y hoy casi dos décadas después, esa realidad está más vigente que nunca, no por nada las Selfies han pasado a ser un nuevo estilo fotográfico y un ególatra como Donald Trump ha llegado a la casa blanca.
Sin embargo, en estos días el amor tiene un sabor distinto. He sido testigo de grandes gestos que me han demostrado que todavía queda esperanza, gestos de amor que me hacen creer que no emprendimos un camino sin retorno, y que como seres humanos todavía podemos salir de nosotros mismos. En estos días, he visto desde personas ayudando a los ancianos a hacer la compra, hasta ingenieros trabajando día y noche para diseñar respiradores; he visto desde psicólogos haciendo consultas gratuitas en línea, hasta famosos organizando campañas para recaudar fondos solidarios. Quedé especialmente cautivado al ver a voluntarios exponiendo su propia seguridad para salir a alimentar a las personas sin hogar o al ver a trabajadores de la salud, dejando la vida por sus pacientes. En nuestras ventanas todas las noches resuenan los aplausos de agradecimiento y las redes sociales dan cabida a los mensajes positivos y esperanzadores. Estos días me ayudaron a entender que desde hace mucho tiempo, yo también había caído en lo mismo, vivía tan centrado en mi mismo que postergaba hasta los momentos invaluables con la familia y me olvidaba que las amistades son como las plantas; necesitan ser regadas de manera habitual para que no mueran.
El amor a uno mismo, solo tiene sentido si uno está dispuesto a amar de la misma manera a los demás. El amor es algo tan grande que al intentar contenerlo existe el riesgo de explotar. Guardar ese amor para uno mismo hace que se pierda el mismo sentido de ese amor. Es por eso que Jesús resume los últimos siete mandamientos en uno solo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Con este mandamiento, te pide algo muy sencillo, que busques el bienestar de tu prójimo, tal como naturalmente buscas tu propio bienestar; o que alimentes y cuides a tu prójimo tal como por naturaleza te alimentas y cuidas de ti mismo.
Quizás tenía que llegar una pandemia para que entendamos lo pequeños que somos; quizás hacía falta que estemos aislados en cuarentena para entender el valor que aportan los demás a nuestras vidas; quizás hacia falta que se derrumben nuestros sueños egoístas, para comprender que las cosas que no cuestan dinero tienen más valor. Todavía nos queda un largo y sinuoso recorrido, pero empecemos por dejar de lado las apariencias; empecemos a admirar a esas personas dignas de verdadera admiración; empecemos a educar a nuestros hijos para ser felices, no para ser los mejores; pero sobre todo, empecemos a amar a los demás como a nosotros mismos.
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Difíciles tiempos, mentes desocupadas... encantada de pasar por aquí.
ResponderBorrarMuchas gracias, eres bienvenida cuando lo desees.
Borrarme gusto mucho, súper empetico
ResponderBorrar¡Muchas gracias por tu comentario!
BorrarMarcio:
ResponderBorrar"...somos lo que vemos, y lo que admiramos". "Somos lo que pensamos, lo que decimos, lo que escribimos."
Somos lo que vivimos, lo que late nuestro corazón, lo que se emocionan nuestros sentimientos.
Somos el templo del espiritu, un soplo de la inmensidad del universo, una mota de polvo divino hecha materia y substancia sublime.
Somos casi nada, pero parte necesaria de lo infinito. Efimeros y eternos. Cada humilde sonrisa creada de la nada, es parte de la Mas Grande de las Creaciones: El Amor.
Gracias por tus inspiradas palabras, parte de la inmensidad de Dios en la Tierra, de lo sublime en la misria.
Que Él acoja en su seno todo el sufrimiento que el hombre con su desidia, egoismo y soberbia está generando en estos oscuros tiempos.
Paz y Bien.
Peregrino Ken.